lunes, 29 de agosto de 2016

Los diarios de Alejandra P.

 
Muero de ganas por reconciliarme con las palabras. Hoy me voy a resarcir de todo.  Llevo más de un mes vagabundeando en escritos ajenos, libros que captan mi interés en un instante de voracidad literaria y creaciones antiguas. Los saboreo como si de una degustación se tratase para luego abandonarlos o abandonarme a la obligación moral de terminarme el pastelito que, mancillado por mi nívea dentadura, ya nadie querrá.
 
Hace más de un mes que me despedí de los densos Diarios de Alejandra Pizarnik. Me costó acabar el voluminoso ejemplar que adquirí en un viaje por  mi Buenos Aires querido, en la célebre librería "El Ateneo". Fue un capricho que me di por trescientos noventa y cinco pesos (una enormidad) pero el gusto de habérmelo comprado en esa librería precisamente fue lo que me incitó al dispendio.
 
A la guapa de Alejandra la conocía de oídas pero un día me la encontré en la Feria del Libro de Madrid y debido al calor estival decidí parapetarme en su poética, La extracción de la piedra de la locura, en una edición fiera y delgada como el aire. La lectura de este libro me produjo una gran satisfacción. Ya desde el primer poema me sentí en total conexión con su artífice:

alejandra alejandra
debajo estoy yo
alejandra
 
 
Y encima de esa alejandra con minúscula estoy yo, mirando las palabras que emanaron hace más de medio siglo de su boca como un manantial profano, mirándolas como un minotauro omnipotente. Encima de esa alejandra pequeñita estoy yo, lector avezado, al borde de las lágrimas, porque su crisis de identidad también es la mía y la tuya. Porque no hay nombre que pueda representar la esencia de una persona, y mucho menos si esa persona es uno mismo o lo que es igual, es el otro.
 
A lo largo de casi quinientas páginas (dispénseme el abuso numérico en el que caigo como una enfermedad) se despereza la intimidad de alejandra, no la que todos conocemos, la de las mayúsculas, la inalcanzable poeta, sino otra muy distinta: la del día a día, la de las obsesiones, la de los sentimientos a flor de piel, la de los pensamientos suicidas.
 
Los escritores preferidos (sobre todo franceses) y sus descubrimientos nos recomiendan lecturas para el futuro: Proust, Dante, Shakespeare, Goethe, Gide, Vallejo, Apollinaire, Françoise Sagan, Rimbaud, Beauvoir, Baudelaire, Bronte, Storni, Safo, G. Mistral, Colette, Clara Silva, Lorca, Azorín, Borges, Ascasubi, Pascal, Dostoyevski, Molière, Faulkner, Bataille...todos ellos tomados al azar de su diario aunque hay muchos otros que no cayeron en la bolsa del arbitrio.
 
El suicidio es el final que se intuye en todos los días de su diario. Todos y cada uno de esos días desprenden ese hálito mortecino que exhala la fúnebre señora. Algunos los he marcado en lápiz y otros he preferido guardarlos bajo llave. Esa llave malvada que pudre todo lo que toca: la indistinción.
 
22 de agosto: A veces soy tan exactamente genial -le dije- que tengo ganas de enterrarme y llorarme tres días.
18 de marzo: Suicidarse es poseer aquella máxima lucidez que permite reconocer que lo peor está ocurriendo ahora, aquí. 
 
El amor o mejor dicho, su carencia, también son una constante. El amor y la muerte así como la locura -términos que reuniera H. Quiroga en el título de sus más célebres cuentos- aparecen palpitantes en cada una de sus entradas. Parecía un tópico pero no es: estos tres elementos resultan ser una constante indisoluble en la vida de Alejandra:
 
Capri, septiembre de 1961: Tuve miedo y me fui y nunca más creer en el juego de las miradas, nunca más creer en las promesas de los ojos, nunca más creer posible la invención de algo a modo de amor. [...] La espera del amor, el amor a la espera. Cuando venga con sus ojos de niebla. La noche me transforma en la esperadora del amor.

26 de mayo: [...] Y yo moriría mil veces por poder recibir amor sin pedirlo [...].
31 de mayo: [...]Déjame delirarme sin ti, asistir a la deformación de mis huesos que sólo aman una sombra. He caído en la trampa de esta espera y sin duda soy feliz. 
29 de junio: [...] Hermosa angustia. Hermoso es sufrir así, hermosamente.
10 de julio: [...] Lo que tú quieres no tiene nombre. Lo que no tiene nombre no existe.
25, viernes: [...]: El proyecto antecede al acto. Cometer el acto es anular el motivo de la espera. 
Sábado 21: [...] Respirar es cosa seria. 

Las frustraciones se vengan de la víctima y no remiten. Vuelven de visita una y otra vez como presintiendo el fastidio insalubre que ocasionan al anfitrión:
 
19 de febrero: [...] a causa de que me dijeron no cuando yo pedía [...]hasta que el rostro soñado venga a mí atraído como una bestia finísima por el perfume de mis ojos verdes presentido en algún lugar de mis poemas.
27, lunes: Ayúdame a no pedir ayuda.  

 
Las relaciones humanas son, las más de las veces, vacuas y superficiales. Es difícil para una poeta constantemente en crisis no sucumbir ante las ráfagas de soledad que se instalan alrededor de una mesa repleta de gente hambrienta:
 
Sábado, 12 de mayo: Anoche bebí demasiado porque comí con unos idiotas, unos arquitectos -con sus mujercitas- que hablaban de aviones y del servicio militar en todos los países del mundo. Eran muchachos de veinticuatro a treinta años. (Odio la gente joven -seria y estudiosa- con su Porvenir abierto y sus miserables deseos de automóviles y departamentos. Los únicos jóvenes que acepto son los bizcos, los cojos, los poetas, los homosexuales, los viudos inconsolables, los frustrados, los obsesionados, sean condes o mendigos, comunistas o monárquicos, mujeres, hombres, andróginos o castrados). 
 17 de noviembre: Rostros en el métro. Extrañeza. Seguridad de estar rodeada de  cadáveres. Mis ojos buscaban la salida de esos rostros. Sans issue. Deseos -por primera vez- de vivir en el campo (paisaje mental eglógico).

 
El azar, siempre caprichoso, no obedece a ningún designio superior a la fuerza de la arbitrariedad. Es sardónico y se regodea en su risa ladeada. Él quiso que en el instante en que leía estas citas que acabo de transcribir tuviese un lápiz a mano o la osadía de doblar el vértice de la página sin pudor. Esto es lo que ha surgido después de un mes de intensa convivencia con Alejandra, con su retrato más íntimo, con su recuerdo despojado de poses. Su lectura nos puede llevar por múltiples derroteros: la importancia que tienen los diarios y la redacción cuidada de la que hay que hacer gala incluso en momentos de intimidad espiritual; las grandes pasiones que son las que construyen cosas memorables y el final, que no siempre es tal. Muchas veces el fin es aparente, como éste. 


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