miércoles, 27 de enero de 2016

La repetición y el arte de robar

"Esta no es una película de estilo policíaco. El autor trata de expresar a través de imágenes y sonidos, la pesadilla de un joven, empujado por su debilidad en una aventura de robo para la cual no estaba hecho. Pero esta aventura, por caminos extraños, reunirá a dos almas, que sin ella, quizás nunca se hubieran conocido".
La repetición no tiene porqué aludir únicamente a la reproducción de errores. ¡La repetición puede darse a tan variados niveles! Por ejemplo, una melodía sublime suele ser objeto de reproducción constante. La repetición no gasta su significancia, no erosiona su significado, puede ser más bien al contrario, no lo olvides.
 
 
 
 
Me encuentro ahora en el café vulgar de siempre, repitiendo sin parar los mismos pensamientos que derrocan la cordura tambaleante y dubitativa que habita en mi mente, inhóspito lugar. Repito mi ritual de siempre: una insignificante compra, unos pasos vacilantes y sonoros en una acera estrecha y recurrida por multitud de espíritus humanos. La soledad de estos paseos me ayuda a desnudarme ante mí misma, me ayuda a desvelar aquello que la compañía niega. La compañía de mi sombra es tal vez oscura pero audaz y no concede prórroga a sus deseos. Es una amiga que me acompaña a donde voy que ora me suscita palabras de aliento, ora derruye la entereza que me queda. Y es en esta soledad ritual, a medias buscada, donde reflexiono. En este lugar concurrido y bullicioso que es un café cualquiera encuentro el telón imprescindible para quitarme el disfraz que a dentelladas defendí buscando la compañía de la gente. Es este ritual repetido y esta aria que reproduce el color de mi espíritu en continua caída a los abismos del autoconocimiento.
 
Aquí me he propuesto escribir algo sobre una película repetida, sobre un director repetido y esa película es "El carterista" y ese director es Robert Bresson.
 
Hace días que no me ducho, para qué mentir. Tengo un aspecto lamentable. Mi pelo supura grasa, mis uñas sin cortar. Llevo la misma ropa que ayer. Así está mi alma igual de doblegada por un peso insostenible. Ha caído de nuevo en viejos vicios (Ya ves todo se repite. La vida es un ciclo que no cesa de repetirse, una rueda implacable, que viciosa, no deja de girar).
 
Pero pese a estas cosas, quiero sufrir. Quiero purificarme, quiero arrastrarme por el fango, quiero empaparme de lodo y así acaso le pase al protagonista de esta película que repito, como si fuera un mantra. Una película que destila sombría austeridad y delicadeza. Porque el acto de robarle a otros sin que ellos se den siquiera cuenta también es un arte. Es un arte que la víctima se sienta luego culpable de haber sido robada. El carterista no es un ladrón cualquiera. Tiene delicadeza. Puede extraerte la cartera con sumo cuidado y sin que te descuides. Ha desarrollado la habilidad de un prestidigitador. Ejercita sus dedos, los vuelve flexibles a fin de lograr sus típicos propósitos de ratero. El riesgo no lo amedrenta fácilmente. Es un visionario, un ser superior y es su conciencia la que le dictará cuándo es menester detenerse.
 
Sudo como un cerdo. Me siento incómoda, mas debo continuar con esta cadena catártica de palabras y de música. La repetición es también un lugar que me regala y me acoge.
 
"Pero esta aventura, por caminos extraños reunirá a dos almas, que sin ella, quizás nunca se hubieran conocido". Bonitas palabras para desvelar el final de la historia demasiado pronto.
 
El carterista pierde a su madre porque cualquier héroe que se precie debe ser huérfano para poder vivir su propia vida. Todo el mundo sabe eso. Hay muchas formas de quedarse huérfano, eso también es de dominio popular. La vida del carterista huérfano, desde luego, no es más fácil que la del que no lo es. La profesión es peligrosa y requiere de constancia igual que cualquier otro trabajo. Las calles monocromas de París son idóneas para este menester. Sin embargo, alguna víctima puede rebelarse, es un pequeño traspié para ganar mayor cautela, esto no debe desanimarnos.
 
La finalidad de todos esos pasos huecos ¿cuál es? ¿cuál es? me digo otra vez y el silencio sonríe de nuevo, malicioso.
 
La finalidad de esos pasos la desconocemos. La fe estúpida en la razón omnipotente del cosmos o Dios y en el progreso ilimitado nos conduce ciegamente a un lugar mejor, pero imaginario. Solo el tiempo que es amigo y enemigo a la vez desvelará al final, su verdadero rostro.El rostro que debamos contemplar, para el que estamos hechos.
 
"Creí en Dios, Jeanne, durante tres minutos".