martes, 18 de septiembre de 2012

¡Espiritrompa!

Hace mucho que ví esta película. Era yo entonces una joven estudiante del último año de bachiller de Humanidades y Ciencias Sociales cuando me topé con ella. O mejor dicho me toparon. Tuve la  suerte increíble de tener en el último curso de instituto, magníficos profesores, entre ellos dos profesoras que promovieron un ciclo de cine en el que visionábamos películas de contenido sociológico diverso. Y fue así como uno de esos miércoles en la sala se proyectó La lengua de las mariposas de José Luis Cuerda.
¿Qué diría yo de esta película, vuelta a ver después de casi diez años? No puedo ocultar la evidencia del cariño que le tengo por ser la historia una de muchas que influyeron profundamente en mi vida. Mas no quiero aburriros con mis melancolías, sino más bien ir directa a la cuestión, al argumento, a los puntos positivos y a los negativos si pudiera ser capaz de encontrarlos.
Nos situamos contextualmente en los umbrales de la guerra civil del 36 cuando la diferencia de ideologías en un pequeño poblado en Galicia ya era evidente -imaginemos lo que pasaba en las grandes capitales de provincia-. Pues bien, en este contexto convulso se sitúa la historia de Moncho, un niño que tras pasar sus primeros años junto a su familia, comienza a ir al colegio. El primer día tiene miedo, porque su hermano le ha dicho que en el colegio les pegan a los niños. Moncho ante estas declaraciones se pone tan nervioso, que el primer día de clase se hace pis encima y sale huyendo por la verguenza. Todos sus familiares y vecinos lo buscan hasta encontrarlo en un bosque cercano. El maestro Don Gregorio, acude a su casa al día siguiente y le pide disculpas, además de invitarlo nuevamente al colegio. Y es así como Moncho se hace amigo de Don Gregorio y como descubre que en el colegio no sólo no le pegan, sino que se aprenden muchas cosas interesantes. Don Gregorio encarna al republicano krausista que saca a pasear a los alumnos al aire libre para enseñarles las maravillas de la naturaleza, que no los castiga ni los obliga a aprender, sino que con amabilidad y astucia intenta captar el interés de sus alumnos.
Pero una relación tan bonita sólo puede ser expuesta para luego arrebatárnosla, cuando ya nos hemos encariñado con los personajes y con las relaciones que tienen entre sí. Hay, además, una serie de historias intercaladas que se basan en los relatos de Manuel Rivas, Un saxofón en la niebla y Carmiña que están relacionadas con la historia principal y con la vida cotidiana de la gente del pueblo y cuya función es darle un poco de volumen a un relato que sería en sí mismo demasiado breve para una adaptación cinematográfica.
Y aunque en la calificación ponga que es apta para todo público, yo diría que no es para niños pequeños, aunque sí la recomendaría para adolescentes ya que invita a la reflexión, y tiene una estética envidiable que va de la típica arquitectura del pueblo rural a la naturaleza salvaje y verde que lo rodea.
Es una película sencilla y profunda a la vez, en donde prima el contenido y la expresión estética de sus componentes, más que otra cosa. Representa aquello en lo que se basa: un cuento, una manifestación breve y concisa que cierra al final, que con poco dice mucho y cuyo encanto aparece manifestado como en un poema, a través de versos algo difuminados por la estilística, en escenas de la vida cotidiana.
Personalmente la recomiendo a quien no la haya visto. A quien sí la haya visto, le recomiendo que la vuelva a ver, puesto que así como no nos trasmiten lo mismo, libros leídos en distintos periodos de la vida, tampoco la películas, manifestaciones artísticas también y que si se quiere, engloban a muchos tipos de arte, nos hacen sentir las mismas emociones, ni incitan los mismos pensamientos.

Entorno perfecto para ver la película: Es una película para ver acompañada por un pañuelo, aunque también se puede ver con la familia, exceptuando la salvedad que ya comenté en el post. Es recomendable que cada espectador tenga su propio pañuelo para evitar los desbordamientos y si os da verguenza que os vean llorar, pues bien, luces fuera.