Diane (Jean Simmons) es la hija de un escritor casado con una viuda rica. Por casualidad se cruza con Frank Jessup (Robert Mitchum), cuando éste acude a su casa para atender a su madrastra, víctima de un intento de asesinato. A partir de aquí se le verán las maneras a Diane, que poco a poco se irá mostrando más y más atrevida y manipuladora, haciéndose amiga de Frank, para luego intimar con él y romper su compromiso anterior con Mona Freeman.
Como la película va desvelando gradualmente, la joven Diane es una desquiciada mental, que culpa a su madrastra de provocar la ruina de la carrera de escritor de su padre. Los argumentos para este desequilibrio emocional nos parecen escasos, pero aún así y sin preguntarnos demasiado resulta un papel creíble. Es decir, ¿quién no deseó alguna vez la muerte a su madrastra? Claro está que esta señora lleva su locura hasta las últimas consecuencias. Finalmente, y gracias a la fe estúpida que le prodiga (quién sabe por qué) Frank, consigue que se quede en la casa y lo utiliza para cumplir con su maquiavélico plan: matar a su madrastra. Así lo hace, con la mala suerte de que su padre también fallece por un error de cálculo. La cara de ángel le sirvió a Diane para manipular al palurdo de Frank, pero por desgracia no le sirvió para preveer unas consecuencias en verdad nefastas. Así es como le salió el tiro por la culata a la señorita, y deseó confesar la verdad, arrepentida como estaba de sus actos, pero su magnífico abogado, además de disuadirla de ello, la convenció de que una vez juzgada inocente, ya no podría volver a ser juzgada por el mismo delito. Es así como Diane, a mi consideración fabulosamente interpretada por la bella Jean Simmons, consigue descubrir su delito, y si bien no enmienda su error, se confiesa como "buenamente" puede, autora del crimen de sus padres.
Al principio la película, a medida que se iba insinuando, me pareció como cualquier otra película de cine negro estadounidense de mediados del siglo pasado, pero consiguió, con un final tan sorprendente, compensar todo lo que me pudiera haber parecido al principio.
Por lo que la recomiendo, y no sólo yo, hay mucha crítica circulando por ahí...(por todas partes) y esta película, además de apta para todo público (otra cosa es que todo el público sea apta para verla) puede tener un efecto positivo sobre el espectador, y esto es, librarnos de los prejuicios de los films que al principio no nos resultan convincentes o conmovedores, pero a los que hay que darles una oportunidad porque, como en este caso, pueden sorprendernos gratamente al final.
Entorno perfecto para ver la película: Yo la ví de noche, pero pienso que también puede verse un domingo al atardecer. Es una peli no apta para impacientes, porque aunque no es muy larga, sí que requiere esperar para que los hechos vayan mostrando su intencionalidad y con ellos la de los personajes.