viernes, 2 de octubre de 2015

El nuevo cine alemán de los 70

¿Cómo puedo describir la fascinación que me produce esta película? Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972) es una obra cinematográfica del director alemán Reiner Weiner Fassbinder quien en quince años dirigió más de cuarenta obras entre películas y dramas televisivos (también los dirigió, actuó en ellos, los editó, los escribió...).

No solo es una película más en la versátil carrera de este prolífico y tormentoso director que supo retratar las distintas clases sociales y también los diferentes colectivos, no. Es la película. Es de temática gay, pero también es feminista. Su gran tema es el amor apasionado, la locura irremediable a la que nos puede llevar la entrega irracional al otro, el despotismo que existe en las relaciones no equilibradas donde una de las partes ama demasiado y la otra parte, siendo consciente de ello, se aprovecha sin compasión.

Petra von Kant es una diseñadora de moda exitosa, vive con su ayudante, Marlene, que hace todo lo que se le pide sin rechistar y a quien maltrata constantemente, desquitándose así por las pequeñas mezquindades que tiene que afrontar en su vida cotidiana. La pobre Marlene por su parte, la ama a pesar del desprecio que Petra le prodiga en todas y cada una de las oportunidades que tiene.

Pero como todo tiene su contrapunto, un buen día, Petra conoce a una hermosa joven llamada Karin de quien queda prendada enseguida y a la que invita a vivir con ella. Karin acepta, tentada por la oferta de trabajo que Petra: ser una modelo famosa no es problema para una joven tan hermosa si tiene los contactos apropiados.



Por desgracia, esta es una historia de amor un tanto descompensada: Petra ama desinteresadamente a Karin. Sus defectos, su pereza, su falta de ambición y su desgana, además de su trágica historia familiar,  no son óbice para los sentimientos inconmensurables que le profesa explícitamente la diseñadora. Todas las atenciones son pocas para Karin, Petra la consiente como a una niña pequeña a cambio de su compañía.

Sin embargo, esta historia de amor no correspondido no conseguirá que prorrumpamos en lágrimas porque la forma en la que la película está filmada tiene esa intención, que nos distanciemos de lo que estamos viendo, que seamos meros espectadores y que no "vivamos" lo que está ocurriendo sino que lo podamos analizar racionalmente. Tal es así que una escena de tremendo patetismo y gran ridiculez como aquella en la que Petra echa a todo el mundo que ha venido a visitarla por su cumpleaños, no nos parece trágica. No somos capaces de empatizar con Petra, sino todo lo contrario: nos parece hasta gracioso lo que está ocurriendo. No podemos evitar carcajearnos de ella. Es demasiado gracioso ver a una señora madura, arreglada de pies a cabeza con una extravangancia que raya lo insólito pisoteando la tetera con las tacitas (que son toda una monada) con sus sandalias plateadas de tacones, llamando "monstruo" a su hija, atendiendo como una paranoica el teléfono y gritando a sus invitadas que le dan asco, que son parásitos y que ella rompe sus cosas cuando quiere porque son suyas.


Otros aspectos de la película no son menos inquietantes, la iluminación es escasa, y esto la hace especialmente interesante. Es de esas películas que tienen un tinte "setentero" y a esto ayuda también la decoración de la casa de Petra, que se conforma como el único escenario de toda la película, en donde transcurren todas las escenas. No solo la decoración es "kitsch" en un sentido estricto de la palabra, sino también la ropa, del todo extravagante y extraña. O por lo menos esto nos lo parece ahora, que nos hemos vuelto menos atrevidos y más sobrios. Petra es una mujer muy delgada, que usa pelucas a cada cual más horrorosa y que se pone vestidos estrafalarios con lentejuelas de colores para estar en casa. El resto de personajes (todos femeninos sin excepción) parecen un poquillo más recatados en cuanto a las vestimentas y peinados. Este vestuario nos traslada a una época pretérita y a la vez nos hace alejarnos más y más de lo que estamos viendo. Nos trae de pronto a la realidad ver cosas inverosímiles en una pantalla.

La música no podía ser más acaramelada. Desde luego está elegida a conciencia, es patética en conjunto con el resto de elementos hasta decir basta (y esto la hace tan encantadora). The platters es un grupo musical que le gusta mucho a Petra, nuestra querida protagonista y por supuesto que pone sus canciones en el tocadiscos cada vez que tiene oportunidad, cada vez que se siente algo nostálgica o cuando "está en plan seductor".

Para concluir de hacerle justicia al film he aquí la escena más significativa para vuestro delite:


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