jueves, 15 de enero de 2015

El billete falso

Como dije en una entrada anterior, hay que seguir la intuición, el instinto artístico, siempre, pase lo que pase, salga pato o gallareta, como decimos los nostálgicos lunfarderos. Y cuando se sigue la intuición nada falla. Todo camino llega a su destino, los pasos nos llevan a donde tenemos que ir y nuestros deseos se ven colmados. Es así como me topé con "El dinero", película de Robert Bresson (Premio al Mejor Director en el Festival Internacional de Cannes) basada en un relato corto de León Tolstoi. Debo decir en mi contra que jamás he leído dicho relato, aunque no descarto hacerlo próximamente. No obstante, no me hace falta leerlo para enunciar unas modestas palabras acerca de su adaptación cinematográfica.
La película se desarrolla en torno a los acontecimientos que rodean a un billete falso, colado por unos estudiantes en una tienda de fotografía. La entrada en circulación del billete desencadena una serie de hechos que cambian por completo la vida del protagonista, Yvon, un joven trabajador con cargas familiares que es engañado y más tarde ajusticiado por culpa de la, en apariencia, inocente falsificación de unos estudiantes. Más tarde, el camino trazado por la caprichosa providencia, se torcerá aún más y acabará de la peor de las maneras, aunque no nos acongojemos antes de tiempo, que siempre queda un resquicio, aunque minúsculo, para la esperanza y la fe en la humanidad.
La trama pone de manifiesto una constante en la sociedad parisina del momento (1983), pero también de la actualidad y no sólo parisina: la corrupción y la injusticia que dominan el mundo se inclinan bajo un mismo dios. Poderoso caballero es don Dinero. Sí, muy poderoso. Tan poderoso que es capaz de subvertir los ideales más puros y convertirse en asesino de la Verdad. Por dinero se cometen las mayores atrocidades y por dinero, no importa mancharse el alma o la conciencia para siempre con una injusticia que no se podrá reparar. Así, la mentira y la corrupción no sólo se ignoran, si no que también se premian y el débil e inocente carga con la culpa de ser honrado.
En esta gran película de Bresson abundan las escenas silenciosas, en las que sólo se oye el sonido que emite el ambiente, creando una sensación de vacío que nos hace conectar con el mensaje que subyace en la trama. El silencio no condiciona nuestras emociones, como lo haría una banda sonora apropiada para el film, son las imágenes y las acciones que se manifiestan en ella, las que nos permiten entender, a través de las emociones, la idea central.

Seguiré los pasos de mi instinto e invito a todo el mundo a hacerlo, ya que ese aroma inefable siempre me ha guiado por el más iluminado de los caminos, y gracias a él he descubierto respuestas a preguntas que parecían evitarme, así, sin miedo a la injusticia de una crítica demasiado dura a mis palabras, me despido, hasta el próximo objet trouvé.


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